martes, 29 de mayo de 2012

Re-evolución ( Capítulo 2)


Sigue el resto de la historia aquí: Re-evolución








_Señor Adams. Tiene que acompañarnos. -Volvió a repetir aquel hombre, al ver que no contestaba-


_ ¿Cómo?-repliqué desconcertado- 

_ Somos de seguridad nacional. Agentes Cohen y Fisher. Usted es Leonardo Adams. -continuó-  Veinticuatro años, ingeniero aeroespacial. Padres adoptivos; fallecidos hace dos años en un accidente de tráfico. Lleva trabajando en esta empresa… dos años. Soltero, vive solo. Le gusta jugar al baloncesto en sus ratos libres… ¿Es usted el señor Adams? 

_Si, pero… ¿A qué viene esto?

_ Mire señor Adams, esto es muy sencillo. Usted nos acompaña, le hacemos algunas preguntas, aclaramos la situación y todos contentos. No es nada grave, es simplemente un control que se realiza periódicamente. Mala suerte simplemente. No tiene porqué preocuparse.

Solo intervenía uno de los hombres. El otro permanecía completamente inmóvil y en silencio, mientras revisaba algo en una pequeña tablet. No decía una sola palabra. Los dos vestían igual, traje completo color negro, camisa blanca y corbata negra a juego con el traje. La verdad es que me daban muy mala espina. Pero sus acreditaciones me parecieron lo suficientemente auténticas y el tono que estaba tomando la conversación me hicieron aceptar la propuesta. Si estaba metido en algún problema, no quería empeorarlo, de eso si estaba convencido.

Salimos del despacho. Yo iba en cabeza seguido por los dos hombres trajeados, que parecían escoltarme. Todos en la planta miraban el espectáculo y cuchicheaban entre ellos. Rachel se quedó extrañada al verme en esa situación. Me lanzó una mirada angustiosa, como preguntándome que podía hacer para ayudarme. Yo, me encogí de hombros, no sabía que leches podía pasar, pero no creo que sea para tanto. Cogimos el ascensor y salimos del edificio.  Harris volvió a la puerta de su despacho y se dirigió al personal.

_No os pago para que habléis, panda de gandules. Volved al trabajo o mañana tendréis todo el tiempo del mundo para largar por vuestras preciosas bocas. -Y entró a su despacho dando un fuerte portazo tras él-

Todos en la oficina volvieron al trabajo.


(Continua tras el salto)



 Al salir del edificio un todoterreno de gran tamaño nos estaba esperando en la puerta. Estaba arrancado. Y en el interior nos esperaba un conductor que lucía el mismo atuendo de traje y corbata oscuras. Una vez en el interior del vehículo el agente que no había articulado palabra alguna dijo:

_Tenemos cincuenta y dos minutos.

_ Todo correcto, vámonos.-replicó su compañero-


El coche inició su camino dejando atrás el centro de trabajo.

Después de una media hora de marcha, pasamos un par de controles de seguridad y el vehículo detuvo su marcha frente a una edificación. Estaba completamente construida en hormigón y bloques de mármol, y granito. Solo contaba con una puerta de entrada y unos pocos ventanales que se quedaban en nada para el tamaño de aquel edifico. Tres años viviendo en la ciudad y nunca había visto tal edificio.

Durante el trayecto nadie había dicho una sola palabra, pero el silencio en el transporte se vio cortado conforme nos acercamos al destino.

_Hemos llegado-dijeron-


Nos apeamos del coche, que se retiró rápidamente del lugar. Uno de los agentes verificó su identificación en el control de entrada y las puertas se abrieron. Nos adentramos en él. No había un recibidor, no había conserjes, ni secretario, nada. Simplemente un gran salón con un uniforme suelo de mármol blanco y varias puertas situadas desigualmente en el contorno de aquel gran salón.  

Utilizamos uno de los pórticos, que daban a unas escaleras, por las que descendimos hasta un piso inferior. En este, había un pasadizo que daba paso a innumerables puertas tanto a izquierda como a derecha. Parecía que no había nadie en el edificio, salvo nosotros. Después de un buen rato recorriendo el `pasaje. Nos detuvimos en una de las entradas. Mis acompañantes la abrieron y nos introdujimos en su interior.

Era una sala pequeña. Una mesa rectangular de metal lacado en negro situada en el centro y tres sillas a su alrededor. Un reloj de agujas presidia la sala, marcaba las seis menos  cuarto.

_ Coja asiento y espere unos minutos -me dijeron-
Los agentes se colocaron custodiando la puerta uno a cada lado. No decían absolutamente nada. La situación era cada vez más rara. No me gustaba nada. Empezó a dolerme la cabeza.

Al cabo de un tiempo la puerta se abrió. Tras ella, una mujer de rasgos asiáticos y ataviada con una bata blanca entro a la estancia. Era joven, no más de treinta años, con el cabello corto, de un negro intenso y unos ojos rasgados de color grisáceo. Se sentó delante mía  a lo ancho de la mesa. 

_ Bienvenido señor Adams, es un placer conocerle. Soy la doctora Kira, Naomi Kira. Hace mucho tiempo que esperaba que llegara este día. Ambos los esperábamos.-dijo en tono distendido-

_ ¿Qué hago aquí? -le repliqué-

_ Tranquilo, las respuestas vendrán a su debido momento. Tenemos mucho tiempo por delante.

_  ¿Tiempo? ¿Por qué estoy retenido? No tienen derecho, no tienen nada contra mí. – dije en un tono agresivo- 

La cabeza me iba a estallar, hacía un rato que me dolía, pensaba que era lo normal después de casi todo el día delante de una pantalla. Me había pasado otras veces. Pero cada vez más el dolor aumentaba, era casi insufrible.

_ Cálmese señor Adams, no hay motivos por lo que necesite alterarse, aquí estará seguro. ¿Cómo se encuentra?

_ Como se sentiría usted. Llegan a su trabajo dos gorilas trajeados, le obligan a ir a un edificio que no ha visto en su vida. Lo llevan a una sala de interrogatorios y lo encierran sin darte explicación ninguna.-le dije indignado-
 El dolor de cabeza se acentuaba, penetrando en mi sien y haciéndome cada vez más insoportable esta situación.

_Era lo más adecuado. Necesitamos controlarle. 

_ ¿Controlarme?-la situación era cada vez más surrealista- Argg…
_ ¿Está bien, señor Adams?

_ Es la cabeza me va a estallar-le confesé al fin-

_No se preocupe. En unos segundos todo habrá acabado. -dijo mirando al reloj-

Las agujas se unieron al unísono señalando las seis de la tarde. Cuando un pinchazo aún más fuerte me recorrió toda la cabeza traspasando todo mi cuerpo. No puede aguantarlo más y me derrumbé casi inconsciente sobre la mesa.


_Feliz cumpleaños, Leo. -dijo la doctora antes de que me desmallara completamente- Espero que te guste nuestro regalo…
 

El proyecto Evo-03 está finalmente operativo.

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