_Señor Adams. Tiene que acompañarnos. -Volvió a
repetir aquel hombre, al ver que no contestaba-
_ ¿Cómo?-repliqué desconcertado-
_ Somos de seguridad nacional. Agentes Cohen y
Fisher. Usted es Leonardo Adams. -continuó- Veinticuatro años, ingeniero aeroespacial. Padres
adoptivos; fallecidos hace dos años en un accidente de tráfico. Lleva trabajando
en esta empresa… dos años. Soltero, vive solo. Le gusta jugar al baloncesto en
sus ratos libres… ¿Es usted el señor Adams?
_Si, pero… ¿A qué viene esto?
_ Mire señor Adams, esto es muy sencillo. Usted
nos acompaña, le hacemos algunas preguntas, aclaramos la situación y todos
contentos. No es nada grave, es simplemente un control que se realiza
periódicamente. Mala suerte simplemente. No tiene porqué preocuparse.
Solo intervenía uno de los hombres. El otro
permanecía completamente inmóvil y en silencio, mientras revisaba algo en una
pequeña tablet. No decía una sola palabra. Los dos vestían igual, traje
completo color negro, camisa blanca y corbata negra a juego con el traje. La
verdad es que me daban muy mala espina. Pero sus acreditaciones me parecieron
lo suficientemente auténticas y el tono que estaba tomando la conversación me
hicieron aceptar la propuesta. Si estaba metido en algún problema, no quería
empeorarlo, de eso si estaba convencido.
Salimos del despacho. Yo iba en cabeza seguido
por los dos hombres trajeados, que parecían escoltarme. Todos en la planta
miraban el espectáculo y cuchicheaban entre ellos. Rachel se quedó extrañada al
verme en esa situación. Me lanzó una mirada angustiosa, como preguntándome que
podía hacer para ayudarme. Yo, me encogí de hombros, no sabía que leches podía
pasar, pero no creo que sea para tanto. Cogimos el ascensor y salimos del
edificio. Harris volvió a la puerta de
su despacho y se dirigió al personal.
_No os pago para que habléis, panda de gandules.
Volved al trabajo o mañana tendréis todo el tiempo del mundo para largar por
vuestras preciosas bocas. -Y entró a su despacho dando un fuerte portazo tras
él-
Todos en la oficina volvieron al trabajo.
(Continua tras el salto)
Al salir del edificio un todoterreno de gran
tamaño nos estaba esperando en la puerta. Estaba arrancado. Y en el interior
nos esperaba un conductor que lucía el mismo atuendo de traje y corbata
oscuras. Una vez en el interior del vehículo el agente que no había articulado
palabra alguna dijo:
_Tenemos cincuenta y dos minutos.
_ Todo correcto, vámonos.-replicó su compañero-
El coche inició su camino dejando atrás el centro
de trabajo.
Después de una media hora de marcha, pasamos un
par de controles de seguridad y el vehículo detuvo su marcha frente a una
edificación. Estaba completamente construida en hormigón y bloques de mármol, y
granito. Solo contaba con una puerta de entrada y unos pocos ventanales que se
quedaban en nada para el tamaño de aquel edifico. Tres años viviendo en la
ciudad y nunca había visto tal edificio.
Durante el trayecto nadie había dicho una sola
palabra, pero el silencio en el transporte se vio cortado conforme nos
acercamos al destino.
_Hemos llegado-dijeron-
Nos apeamos del coche, que se retiró rápidamente
del lugar. Uno de los agentes verificó su identificación en el control de
entrada y las puertas se abrieron. Nos adentramos en él. No había un recibidor,
no había conserjes, ni secretario, nada. Simplemente un gran salón con un
uniforme suelo de mármol blanco y varias puertas situadas desigualmente en el
contorno de aquel gran salón.
Utilizamos uno de los pórticos, que daban a unas
escaleras, por las que descendimos hasta un piso inferior. En este, había un
pasadizo que daba paso a innumerables puertas tanto a izquierda como a derecha.
Parecía que no había nadie en el edificio, salvo nosotros. Después de un buen
rato recorriendo el `pasaje. Nos detuvimos en una de las entradas. Mis
acompañantes la abrieron y nos introdujimos en su interior.
Era una sala pequeña. Una mesa rectangular de
metal lacado en negro situada en el centro y tres sillas a su alrededor. Un
reloj de agujas presidia la sala, marcaba las seis menos cuarto.
_ Coja asiento y espere unos minutos -me dijeron-
Los agentes se colocaron custodiando la puerta
uno a cada lado. No decían absolutamente nada. La situación era cada vez más
rara. No me gustaba nada. Empezó a dolerme la cabeza.
Al cabo de un tiempo la puerta se abrió. Tras
ella, una mujer de rasgos asiáticos y ataviada con una bata blanca entro a la
estancia. Era joven, no más de treinta años, con el cabello corto, de un negro
intenso y unos ojos rasgados de color grisáceo. Se sentó delante mía a lo ancho de la mesa.
_ Bienvenido señor Adams, es un placer conocerle.
Soy la doctora Kira, Naomi Kira. Hace mucho tiempo que esperaba que llegara
este día. Ambos los esperábamos.-dijo en tono distendido-
_ ¿Qué hago aquí? -le repliqué-
_ Tranquilo, las respuestas vendrán a su debido
momento. Tenemos mucho tiempo por delante.
_ ¿Tiempo?
¿Por qué estoy retenido? No tienen derecho, no tienen nada contra mí. – dije en
un tono agresivo-
La cabeza me iba a estallar, hacía un rato que me
dolía, pensaba que era lo normal después de casi todo el día delante de una
pantalla. Me había pasado otras veces. Pero cada vez más el dolor aumentaba,
era casi insufrible.
_ Cálmese señor Adams, no hay motivos por lo que
necesite alterarse, aquí estará seguro. ¿Cómo se encuentra?
_ Como se sentiría usted. Llegan a su trabajo dos
gorilas trajeados, le obligan a ir a un edificio que no ha visto en su vida. Lo
llevan a una sala de interrogatorios y lo encierran sin darte explicación
ninguna.-le dije indignado-
El dolor de cabeza se acentuaba, penetrando en mi
sien y haciéndome cada vez más insoportable esta situación.
_Era lo más adecuado. Necesitamos controlarle.
_ ¿Controlarme?-la situación era cada vez más
surrealista- Argg…
_ ¿Está bien, señor Adams?
_ Es la cabeza me va a estallar-le confesé al
fin-
_No se preocupe. En unos segundos todo habrá
acabado. -dijo mirando al reloj-
Las agujas se unieron al unísono señalando las
seis de la tarde. Cuando un pinchazo aún más fuerte me recorrió toda la cabeza traspasando
todo mi cuerpo. No puede aguantarlo más y me derrumbé casi inconsciente sobre
la mesa.
_Feliz cumpleaños, Leo. -dijo la doctora antes de
que me desmallara completamente- Espero que te guste nuestro regalo…
El proyecto Evo-03 está finalmente operativo.
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