miércoles, 6 de junio de 2012

Re-evolución (Capítulo 7)

Sigue el resto de los capítulos de Re-evolución aquí: Re-evolución







_ ¿Hace cuanto tiempo que no caes enfermo? -dijo Naomi-

_ No lo recuerdo exactamente.-contesté- De pequeño tuve problemas cardíacos, creo recordar. Me administraban unos aerosoles, y una vez al año pasaba revisión. Pero eso fue hace mucho tiempo.

_ ¿Problemas cardíacos? ¿Alguna vez has sufrido algún ataque? No. Seguro que no.

_ No sé; hace muchos años de eso, mis padres me acompañaban a las visitas al doctor, y traían las medicinas a casa. Pero no recuerdo mucho más.

_ Exacto, tus padres. Fallecieron hace un par de años. Lo siento mucho. Eran buenas personas, te querían mucho.  Lamentamos mucho su pérdida.

_ ¡Un momento! ¿Los conocías? -dije muy alterado-

_ Quiero que veas algo Leo.

La doctora empezó a toquetear en su tablet, y me lo pasó. En la pantalla un video esperando a reproducirse. Pulsé “Play”. Entonces me quedé congelado. La imagen de mi padre apareció en el mismo. Parecía mucho más joven que la última vez que estuve con él, fue justo antes de salir de casa, el día del accidente, jamás lo volví a ver...
En su cara una sonrisa. Parecía alegre. La calvicie hacía mucho tiempo que hizo mella en él, y sus ojos azules me transportaron a aquellas tardes de verano, en la puerta del garaje de casa, jugando a baloncesto.
 Unas tímidas lágrimas se deslizaron por mi mejilla. Comenzó a hablar.


(Continúa tras el salto)



 Hijo, lamento mucho no poder decirte esto en persona. Pero si estás viendo este video, es porque hemos tenido que dejarte. Seguro que estás completamente perdido, no sabes que está pasando. Voy a intentar ayudarte a eliminar las dudas que nublan tu camino.

 Desde pequeño ya eras muy especial. Sabes que te encontramos en España, durante nuestras vacaciones, un bebe abandonado en un pueblecito de Granada. Solo, y llorando como si el mundo se fuera a acabar. Nos enamoraste desde ese mismo instante. Luchamos por tu custodia, fueron dos años muy difíciles. Pero por fin lo logramos. Y llegaste a casa.

Nuestra sorpresa nos cogió sin previo aviso, a los pocos días de tu llegada. Unos señores del gobierno, contactaron con nosotros para informarnos que eras especial, que no eras como el resto de los chicos. Eres único Leo. Nadie en el mundo es igual que tú. Nosotros al principio nos asustamos, claro. Pero los doctores nos explicaron que no teníamos nada que temer. Tenías un don hijo. Según nos explicaron, eres capaz de asimilar cambios en tu cuerpo, que te podrían hacer más inteligente, más veloz, más fuerte que ningún otro chico. En un futuro podrías evitar guerras, desarrollar medicamentos, salvar vidas, todo lo que te plantearas. Pero primero necesitabas formarte como persona. Esa fue nuestra condición. 

Queríamos educarte lo mejor posible. Tenías que estudiar, crearte unos valores adecuados. Queríamos que disfrutaras de una vida normal, alejado de laboratorios y médicos. Queríamos que la decisión fuera tuya.  Por eso decidimos que solo y únicamente solo cuando tuvieras veinticinco años, se pusieran en contacto contigo. Ahora ha llegado el momento, es tu decisión. Puedes quedarte, trabajar en tus habilidades y ayudar a tu país o puedes irte a casa. Elijas lo que elijas, me harás sentir orgulloso. Sabes que te queremos.  

Y el video acabó con papá dando un beso a la cámara.

_ Bien, -dijo Naomi- si aceptas entrarás a formar parte de la élite de nuestros agentes. Serás entrenado por lo mejores, para ser el mejor. Te convertirás en la punta de lanza de nuestra agencia, el más completo agente que jamás haya conocido la historia de este glorioso país. ¿Estás dentro?


_Sí.

_Bien, el programa de entrenamientos comienza en dos horas. Steve te acompañará a tu habitación y ten enseñará el recinto de entrenamiento. Come algo, el día va a ser largo.

 Miré hacia atrás, y en la entrada de la sala de proyecciones me estaba esperando un chico. No tendría más de veinte años. Delgaducho. Vestía una bata parecida a la de Naomi. Me hizo una señal en con el brazo para que lo acompañara.

Regresamos al ascensor y subimos unas plantas hasta que por fin se detuvo.

_Esta es la planta donde descansarás. Aquí están la mayoría de las habitaciones. Como ves hay un salón central y muchas entradas. Estás llevan a los dormitorios. Tu estancia se encuentra a tu izquierda. Vamos a visitarla.

La entrada nos llevó a un largo pasillo de un blanco sorprendente, las paredes eran de una especie de mármol compacto que le daba una impresión de robustez enorme. No había nadie. Según me comunicaba Steve, estaban todos entrenando, y no regresarían hasta ya bien entrada la noche. La noche… curioso, ya que toda la luz en aquél centro era artificial, cuando podía saber si era de noche.
Nos detuvimos en la séptima puerta. En ella estaba grabado mi apellido. Adams.

_Hemos llegado-dijo el chico mientras abría la puerta con una tarjeta- La habitación es más grande de lo que parece. Al fondo tienes tu cama, esta puerta da al baño, y aquí tienes el armario y una nevera donde
 guardar lo que necesites. Y la mejor parte.

El chicho tocó un botón en la pared, y lo que anteriormente parecía mármol se transformó en una especie de cortina que se abría poco a poco, dando como resultado un paisaje. Golpeó aquella imagen y dijo

_ Esto es una pantalla, lo que ves es una cámara situada a las afueras del recinto, es tu ventanita al exterior. Cuando veas que el sol empieza a salir, sabrás que te has quedado dormido y que más vale que te apresures o llegarás tarde-dijo sonriendo-. Podrás ver cine, música, teatro, todo lo que quieras, utilizando nuestra base de datos, tenemos de todo, desde Hitchcock hasta Spielberg, teatro clásico y moderno,  los Beatles los Rolings, tú mismo. Y si te animas, puedo darte un par de recomendaciones más “calientes”.-y empezó a reír-.

La verdad es que el chaval empezaba a coger más confianza conmigo. Era un poco raro, pero me caía bien. Continuó hablándome.

_Bueno, pues vamos a visitar la sala de entrenamientos.

Cogimos el ascensor, y nos detuvimos en la planta trece. Al abrirse las puertas una inmensa sala apareció ante nosotros. No había nada, absolutamente nada. Tan solo una puerta que apenas se diferencia del resto de la estancia y que reconocí porque Steve empezó a caminar hacia ella mientras me decía que le siguiera.

_ Esta es la sala de inicio, desde aquí se controla todo, y es el punto de partida de cualquier entrenamiento. Armas, equipamiento, ropa, todo lo que necesites pídelo te será suministrado desde esta abertura.
La sala era tan grande como una casa. No parecía tener tal tamaño desde fuera. En ella el color claro se esfumaba, transformándose en un tono metálico, mucho más acorde a lo que sueles imaginarte que aparenta un hangar militar. Dos mujeres y un hombre trabajaban en unas pantallas, no sé exactamente que estaban haciendo, pero al llegar el chico, se detuvieron y lo saludaron oficialmente. Steve devolvió el saludo y comenzó a hablar.

_ Soy el sargento Steve Jones,  el oficial al mando y encargado de la sala de entrenamiento artificial, aquí, en “La Cueva”.

Según me explicó, llamaban a la base “La Cueva”, ya que estaba completamente bajo tierra; aunque su nombre oficial era Shadow’s Cave. La base se encontraba en el desierto de Mojave, en un punto indeterminado de este, pues cada vez que alguien salía y entraba del recinto era transportado en helicóptero o avión, y nadie sabía su localización exacta, ni siquiera los altos rangos. Sólo los pilotos, y unos pocos afortunados eran los que sabían su punto exacto en el mapa, y según me dijo Steve se podían contar con los dedos de la mano.

_Bueno pues más o menos esto es lo que necesitas conocer por el momento. Nos vemos en 68 minutos exactamente –dijo mientras miraba el reloj-. Regresa a tu habitación, en la nevera encontrarás preparados alimenticios. Come algo y prepárate.

 ¡Estás a punto de tomar la autopista hacia el infierno, Leo!-dijo mientras giñaba un ojo-

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