Me encontraba tirado en la cama mirando el techo
de la habitación y ensimismado en mis pensamientos. Toda la vorágine de sucesos
que se me habían ocurrido en solo unos días. El giro radical que había dado mi
vida. ¡Era un contable por Dios! Me levantaba, iba al trabajo, después unas
copas y para casa. Estos días de tranquilidad habían terminado. Ahora me
encontraba en La Cueva. Una base militar en donde iba a ser sometido a un
programa de entrenamiento, con el fin de incorporarme como agente de élite para
el gobierno. ¡Qué locura! Y el programa evo… ¿Qué sería capaz de hacer? No era
capaz de notar ningún cambio en mí. Cuando me miro al espejo, sigo viendo a la
misma persona. Las mismas manos, el mismo cuerpo, el mismo rostro. Aquel chaval
sencillo que había sido siempre. Todavía no me lo puedo creer.
Unos golpes en la puerta consiguieron deshacer
aquellos pensamientos en un segundo.
(Continua tras el salto)
(Continua tras el salto)
_Adelante-respondí-
_ ¿Estás preparado?- Dijo la doctora Naomi cuando
entró por la puerta-
_Estoy tratando de asimilarlo todavía. Son muchos
cambios en muy poco tiempo. Y volver a escuchar a mi padre después de tanto
tiempo…
_No te preocupes. Te irás acostumbrando a los
cambios. Seguro. ¿Has comido algo?
Yo negué con la cabeza. No tenía apetito. Naomi
insistió, dirigiéndose hacia la pequeña nevera y sacando una barrita de su interior.
Según me explicó se trataba de un complejo alimenticio deshidratado y que contenía todos los elementos necesarios
en una comida. Al final acepté y me comí la barrita junto con un vaso de leche.
El sabor era extraño, no se parecía a nada de lo que había comido antes. Pero
creo que dejaba un regusto como a pollo. No estaba mal.
_Es importante que cuides tu alimentación Leo. Es
casi tan importante como tus entrenamientos. Por cierto -dijo mirando el reloj-.
Es hora de irnos. El equipo de entrenamiento artificial te está esperando.
Vamos, te acompañaré.
Los dos salimos del dormitorio. Cruzamos el salón
y tomamos el ascensor. Piso trece. La doctora me fue explicando por el trayecto
en qué consistía el entrenamiento. Se utilizaba una herramienta de enseñanza
teórica. Eran una especie de cascos que emitían señales al cerebro y transmitían
la información de forma instantánea. Lo llamaban Maestro. Se la notaba muy orgullosa cuando hablaba del
programa de enseñanza previo. Había sido diseñado en La Cueva y permitía una
enseñanza rápida y efectiva. Desde tácticas, manejo de vehículos, armas,
estilos de lucha; hasta los conocimientos de Platón, Sócrates, Picasso,
Einstein, Hawking..
_ La enseñanza tiene un problema.-dijo ella- Se
necesita mucho tiempo para transmitirse. Es un tiempo precioso que se desperdicia
y que jamás podrá volver a ser recuperado. Nosotros hemos solventado ese
problema. Con “Maestro”, en unos minutos obtendrás los conocimientos
equivalentes a un año completo de enseñanza. Solo necesitarás centrarte en
poner en práctica esos conocimientos. Obviamente, no todo el mundo es bueno en
todos los campos. De este modo se puede seleccionar al personal más eficiente
en cada sector específico, según el trabajo que realiza y sus aptitudes para el
mismo. Siempre desde una igualdad en su formación. Nuestros ingenieros siguen
trabajando en mejorarlo, reducir el tiempo necesario para su uso, su tamaño,
mejorar costes de fabricación…
La doctora disfrutaba de su trabajo, su mirada
parecía iluminarse mientras me facilitaba más y más datos de aquel cacharro.
Era genial. Las posibilidades que daría a la humanidad serían ilimitadas. Las
barreras del conocimiento superadas en un instante. Estaba deseando probarlo.
El ascensor se detuvo en la planta trece,
abriendo sus puertas ante la inmensa sala. Nos dirigimos directamente al centro
de control, en donde Steve y sus chicos nos estaban esperando.
_ Bienvenido de nuevo-dijo- Vamos a empezar a
trabajar con Maestro.
Steve me condujo a una pequeña habitación. En ella solo un par de
sillones y dos mesitas.
Una compuerta de no más de un metro se abrió en
uno de los muros de la cuadriculada estancia. En su interior había una especie
de auriculares. Steve me dijo que se trataba de Maestro. Quedé muy sorprendido.
Pensaba que sería un armatoste, pero todo lo contrario. Era una especie de
diadema con dos entradas que iban incrustadas en los oídos. Todo en un negro
brillante que los hacían muy agradables a la vista. Los dos nos sentamos en los sillones mientras,
que Naomi se quedó de pie observando. Steve conectó a Maestro a una tablet y me
indicó como debía ponerme los casos.
Me explicaron que íbamos a comenzar con una “carga”
de ciencia básica. Llamaban “cargas” a los bloques de conocimiento que
trasmitía el aparato.
_ ¿Estás preparado para volar?-Steve dibujó una
sonrisa mientras hablaba-
_Adelante.
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Una fuerte corriente eléctrica recorrió todo mi
cuerpo, desde la cabeza hasta la punta del último pelo de mi cuerpo. Era una sensación
que jamás había percibido antes y que parecía adentrarse en mí como nada antes
lo había hecho. En mi mente una sucesión
de imágenes se sucedían una tras otra a un ritmo incesable. “El fuego, la rueda, la caverna, agua
saliendo de un recipiente al entrar un hombre, el universo, luz, una manzana,
Vitruvio, Marie, relatividad, átomo, uranio 235, luna, cuerdas…”
La corriente cesó y abrí los ojos. Solo puede
decir una cosa.
_ Más.
_ Sabía que te gustaría-dijo el chico- Tenemos
muchas más cargas preparadas. Continuaremos por literatura, automoción, electricidad,
nanotecnología y después vendrá lo bueno. Auto defensa, tácticas, armas cortas,
largas, rifles, arte marcial, supervivencia, infiltración, y por aquí tengo
algunos más. Será un día duro. Pero acabarás amando a esta máquina.
_Estoy preparado-contesté-. Continuemos.
Las horas pasaban volando dentro de esa
habitación, más y más conocimientos entraban en mi interior. Es la droga más
fuerte que jamás he probado. El ansia por el conocimiento es capaz de embriagar
a cualquier persona. Y yo deseaba cada vez más. Pero Steve desconectó la
tableta y dijo:
_ Por hoy basta. Es hora de poner tus
conocimientos en práctica. Vamos a comenzar con una práctica de tiro en batalla
simulada. Elige tus armas.
Salimos de la habitación. Me encontraba
pletórico, jamás imaginé sentirme de ese modo. Ahora comprendía todo lo que
ocurría en la sala de control. La pantalla reflejaban las estadísticas del
ambiente, temperatura, humedad, clima. Estaban preparando un programa de
batalla en un entorno desértico. Desde la sala de control se podía manejar
todo. Desde la cantidad de objetivos, sus rutinas de ataque, su apariencia, sus
armas y todos los elementos que se formarían parte de la sesión de entrenamiento.
Era espectacular todo lo que la sala de entrenamiento podía ofrecer, desde el
desierto más árido, hasta la selva más frondosa o incluso entornos urbanos en
grandes capitales.
_El escenario está operativo -comentó una operadora-.
Seleccioné un rifle semiautomático M16 A4 con
mirilla y una Desert Eagle como arma corta. Iba equipado además, con un
cuchillo de cazador de 22 centímetros, muy ligero y bien balanceado.
Steve me iba a acompañar, el prefirió el PSG1 de
largo alcance, acompañado de una Glock como arma secundaria.
_Nuestro objetivo es derribar al líder de un foco
terrorista, situado en las montañas del desierto de Danakil en Etiopía. Se
encuentra en una serie de cuevas volcánicas. La visión estará reducida a causa
del humo y el azufre que emite la zona. Yo seré tu apoyo. Tu misión es infiltrarte
en la red de cuevas localizar al objetivo y eliminarlo. No tengas ninguna aprensión
en apretar el gatillo, los enemigos son simulados, desaparecerán al morir.
¿Entendido?
_ Entendido. Vamos a por ellos.
La puerta la estancia de control se abrió y nos
adentramos en la sala de entrenamiento…
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