viernes, 8 de junio de 2012

Re-evolución (Capítulo 8)

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Me encontraba tirado en la cama mirando el techo de la habitación y ensimismado en mis pensamientos. Toda la vorágine de sucesos que se me habían ocurrido en solo unos días. El giro radical que había dado mi vida. ¡Era un contable por Dios! Me levantaba, iba al trabajo, después unas copas y para casa. Estos días de tranquilidad habían terminado. Ahora me encontraba en La Cueva. Una base militar en donde iba a ser sometido a un programa de entrenamiento, con el fin de incorporarme como agente de élite para el gobierno. ¡Qué locura! Y el programa evo… ¿Qué sería capaz de hacer? No era capaz de notar ningún cambio en mí. Cuando me miro al espejo, sigo viendo a la misma persona. Las mismas manos, el mismo cuerpo, el mismo rostro. Aquel chaval sencillo que había sido siempre. Todavía no me lo puedo creer.

 Unos golpes en la puerta consiguieron deshacer aquellos pensamientos en un segundo.




(Continua tras el salto)

 

_Adelante-respondí-

_ ¿Estás preparado?- Dijo la doctora Naomi cuando entró por la puerta-

_Estoy tratando de asimilarlo todavía. Son muchos cambios en muy poco tiempo. Y volver a escuchar a mi padre después de tanto tiempo…

_No te preocupes. Te irás acostumbrando a los cambios. Seguro. ¿Has comido algo?

Yo negué con la cabeza. No tenía apetito. Naomi insistió, dirigiéndose hacia la pequeña nevera y sacando una barrita de su interior. Según me explicó se trataba de un complejo alimenticio deshidratado  y que contenía todos los elementos necesarios en una comida. Al final acepté y me comí la barrita junto con un vaso de leche. El sabor era extraño, no se parecía a nada de lo que había comido antes. Pero creo que dejaba un regusto como a pollo. No estaba mal.

_Es importante que cuides tu alimentación Leo. Es casi tan importante como tus entrenamientos. Por cierto -dijo mirando el reloj-. Es hora de irnos. El equipo de entrenamiento artificial te está esperando. Vamos, te acompañaré.

Los dos salimos del dormitorio. Cruzamos el salón y tomamos el ascensor. Piso trece. La doctora me fue explicando por el trayecto en qué consistía el entrenamiento. Se utilizaba una herramienta de enseñanza teórica. Eran una especie de cascos que emitían señales al cerebro y transmitían la información de forma instantánea. Lo llamaban Maestro.  Se la notaba muy orgullosa cuando hablaba del programa de enseñanza previo. Había sido diseñado en La Cueva y permitía una enseñanza rápida y efectiva. Desde tácticas, manejo de vehículos, armas, estilos de lucha; hasta los conocimientos de Platón, Sócrates, Picasso, Einstein, Hawking.. 

_ La enseñanza tiene un problema.-dijo ella- Se necesita mucho tiempo para transmitirse. Es un tiempo precioso que se desperdicia y que jamás podrá volver a ser recuperado. Nosotros hemos solventado ese problema. Con “Maestro”, en unos minutos obtendrás los conocimientos equivalentes a un año completo de enseñanza. Solo necesitarás centrarte en poner en práctica esos conocimientos. Obviamente, no todo el mundo es bueno en todos los campos. De este modo se puede seleccionar al personal más eficiente en cada sector específico, según el trabajo que realiza y sus aptitudes para el mismo. Siempre desde una igualdad en su formación. Nuestros ingenieros siguen trabajando en mejorarlo, reducir el tiempo necesario para su uso, su tamaño, mejorar costes de fabricación…

La doctora disfrutaba de su trabajo, su mirada parecía iluminarse mientras me facilitaba más y más datos de aquel cacharro. Era genial. Las posibilidades que daría a la humanidad serían ilimitadas. Las barreras del conocimiento superadas en un instante. Estaba deseando probarlo.

El ascensor se detuvo en la planta trece, abriendo sus puertas ante la inmensa sala. Nos dirigimos directamente al centro de control, en donde Steve y sus chicos nos estaban esperando.

_ Bienvenido de nuevo-dijo- Vamos a empezar a trabajar con Maestro.

Steve me condujo a una  pequeña habitación. En ella solo un par de sillones y dos mesitas.

Una compuerta de no más de un metro se abrió en uno de los muros de la cuadriculada estancia. En su interior había una especie de auriculares. Steve me dijo que se trataba de Maestro. Quedé muy sorprendido. Pensaba que sería un armatoste, pero todo lo contrario. Era una especie de diadema con dos entradas que iban incrustadas en los oídos. Todo en un negro brillante que los hacían muy agradables a la vista.  Los dos nos sentamos en los sillones mientras, que Naomi se quedó de pie observando. Steve conectó a Maestro a una tablet y me indicó como debía ponerme los casos.

Me explicaron que íbamos a comenzar con una “carga” de ciencia básica. Llamaban “cargas” a los bloques de conocimiento que trasmitía el aparato.

_ ¿Estás preparado para volar?-Steve dibujó una sonrisa mientras hablaba-

_Adelante.


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Una fuerte corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta la punta del último pelo de mi cuerpo. Era una sensación que jamás había percibido antes y que parecía adentrarse en mí como nada antes lo había hecho.  En mi mente una sucesión de imágenes se sucedían una tras otra a un ritmo incesable. “El fuego, la rueda, la caverna, agua saliendo de un recipiente al entrar un hombre, el universo, luz, una manzana, Vitruvio, Marie, relatividad, átomo, uranio 235, luna, cuerdas…”


La corriente cesó y abrí los ojos. Solo puede decir una cosa.

_ Más.

_ Sabía que te gustaría-dijo el chico- Tenemos muchas más cargas preparadas. Continuaremos por literatura, automoción, electricidad, nanotecnología y después vendrá lo bueno. Auto defensa, tácticas, armas cortas, largas, rifles, arte marcial, supervivencia, infiltración, y por aquí tengo algunos más. Será un día duro. Pero acabarás amando a esta máquina.

_Estoy preparado-contesté-. Continuemos.

Las horas pasaban volando dentro de esa habitación, más y más conocimientos entraban en mi interior. Es la droga más fuerte que jamás he probado. El ansia por el conocimiento es capaz de embriagar a cualquier persona. Y yo deseaba cada vez más. Pero Steve desconectó la tableta y dijo:

_ Por hoy basta. Es hora de poner tus conocimientos en práctica. Vamos a comenzar con una práctica de tiro en batalla simulada. Elige tus armas.


Salimos de la habitación. Me encontraba pletórico, jamás imaginé sentirme de ese modo. Ahora comprendía todo lo que ocurría en la sala de control. La pantalla reflejaban las estadísticas del ambiente, temperatura, humedad, clima. Estaban preparando un programa de batalla en un entorno desértico. Desde la sala de control se podía manejar todo. Desde la cantidad de objetivos, sus rutinas de ataque, su apariencia, sus armas y todos los elementos que se formarían parte de la sesión de entrenamiento. Era espectacular todo lo que la sala de entrenamiento podía ofrecer, desde el desierto más árido, hasta la selva más frondosa o incluso entornos urbanos en grandes capitales.

_El escenario está operativo -comentó una operadora-.

Seleccioné un rifle semiautomático M16 A4 con mirilla y una Desert Eagle como arma corta. Iba equipado además, con un cuchillo de cazador de 22 centímetros, muy ligero y bien balanceado.

Steve me iba a acompañar, el prefirió el PSG1 de largo alcance, acompañado de una Glock como arma secundaria.

_Nuestro objetivo es derribar al líder de un foco terrorista, situado en las montañas del desierto de Danakil en Etiopía. Se encuentra en una serie de cuevas volcánicas. La visión estará reducida a causa del humo y el azufre que emite la zona. Yo seré tu apoyo. Tu misión es infiltrarte en la red de cuevas localizar al objetivo y eliminarlo. No tengas ninguna aprensión en apretar el gatillo, los enemigos son simulados, desaparecerán al morir. ¿Entendido?

_ Entendido. Vamos a por ellos.



La puerta la estancia de control se abrió y nos adentramos en la sala de entrenamiento…

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