martes, 12 de junio de 2012

Re-evolución (Capítulo 9)


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Un impresionante golpe de calor azotó nuestro cuerpo al cruzar la puerta. Detrás de nosotros un sonido metálico nos indicaba que la entrada a la sala de control se cerraba por completo. Poco a poco la mirada se fue acostumbrando a la cantidad de luz del lugar; las formas borrosas empezaron a definirse y pude vislumbrar el lugar por primera vez. Era increíble. Nos encontrábamos en mitad del jodido desierto de Etiopía, cuando hacía solo un minuto acabábamos de  dejar la estancia que dirigía toda la sala de entrenamiento.

Ahora, solo era la puerta cerrada de una cochambrosa chabola en mitad del desierto, que estaba situada a los pies de un gran acantilado. En el horizonte y sobre una elevación del terreno, se podían observar unas edificaciones construidas en adobe y troncos de acacia. Estaban custodiadas por una especie de muralla de vigas de metal oxidadas, palos y alambre roñoso. Sobresalían dos torres de vigilancia en ambos extremos del perímetro del asentamiento, en ellas creí reconocer a dos hombres armados en cada una. 

En el cielo, una rapaz, oteaba desde el cielo en busca de su presa, daba vueltas y vueltas en círculo muy lentamente. Realizó un brusco cambio de sentido y se abalanzó hacia tierra a una velocidad endiablada, apresando con este fugaz movimiento a una gran víbora,  que quedó neutralizada con sus fuertes garras en un instante.  



(Continua tras el salto)

-¿Seguimos en La Cueva?-pregunté-

_ Es increíble ¿No? -dijo Steve mientras se tapaba la boca con un pañuelo; evitando de este modo, los molestos granos de arena que eran movidos por el viento-. Esta es la simulación de entrenamiento que te hemos preparado, todo está creado desde control. Pero olvídate de todo. Vamos a centrarnos en el objetivo. Su líder se llama Kuru -dijo mientras me pasaba su fotografía-, es el encargado de dirigir el asentamiento y nuestro principal objetivo. Calculo que en el interior nos encontraremos con más de veinte objetivos. Sus armas son rudimentarias, si, pero letales. Se tratan de AK47 y armas cortas principalmente, pero puedes esperarte cualquier cosa.  Como puedes observar, tenemos dos torres de vigilancia. Hay que inutilizarlas en primer lugar. Yo me encargaré de la segunda torre, tú de la primera. Una vez que tengamos visión del interior del enclave, te cubriré desde arriba y tendrás el apoyo necesario para entrar en el interior y eliminar al objetivo. Es vital no dar la alarma hasta que tengamos controladas las torres. ¿Entendido?

Respondí con una afirmación y enfoqué mi mirada hacia la primera de las torres.


Comenzamos a acercarnos a la rudimentaria fortificación. Para no ser detectados, utilizamos unas mantas de camuflaje, que eran del mismo tono que el terreno. Al mismo tiempo, nos cubríamos con los distintos elementos que el paisaje nos ofrecía y de esta forma pasar inadvertidos. De duna en duna, de roca en roca, muy lentamente, arrastrándonos por el suelo cuando era necesario. Por fin llegué a los pies del primer edifico de vigilancia. Steve me dio la confirmación de su llegada por radio. Corté los alambres para poder aferrarme al metal, y empecé a escalar.

El corazón parecía estallarme. Conocía cientos de métodos para realizar la incursión, eliminar a los vigilantes y hacerme con el poder de la torre sin ser detectado. Sabía que tenía que ir en primer lugar a por el vigilante más alejado, para posteriormente sorprender por detrás al que tenía más cerca y partirle el cuello. Era fácil. Era sencillo. Pero el corazón se me iba a salir por la boca. Era una simulación; no eran reales. Me decía una y otra vez. Pero cada vez que me acercaba oía sus sonrisas, su respiración. Tenía que enfrentarme a la situación de matar a alguien. Bueno, “matar”  no es la palabra adecuada en este caso. Pero esto era tan real...  

Deja de pensar -me dije-. Actúa.

Deslicé la mano hacia mi muslo, solté el cierre de seguridad, agarré el cuchillo y lo saqué de su funda muy lentamente. Despacio, sin hacer ningún ruido. Por el transmisor, un susurro de Steve daba la señal. “Tres, dos, uno…”

Lancé el cuchillo hacía el hombre que estaba más lejos. Dirección, su corazón. Un ligero sonido a carne desgarrada y  hueso roto  salió de su pecho. Blanco. Sin perder un instante abracé con una mano  al siguiente vigilante agarrándolo del hombro. Mi otra extremidad a su mandíbula. Un brusco tirón en direcciones opuestas. Y un crack, fue lo único que esbozó su cuerpo antes de caer al suelo. La atalaya era mía.

La imagen era desoladora, los dos cadáveres se encontraban en el suelo. Un hilo de sangre procedente del hombre apuñalado, acarició mi bota, mezclándose con el polvo y la tierra que estaban impregnadas en la suela. Me acerqué a él, y arranqué la hoja metálica del cuerpo ya inerte, provocando que de la herida brotara aún más sangre.

_Estoy en posición-dijo Steve- ¿Todo Bien?

_ Afirmativo.-contesté-

_ Bien, tenemos cuatro edificios. Los dos más pequeños son el arsenal y el centro de comunicaciones. Necesito que me facilites los objetivos. En cada edifico solo se encuentra un hombres. El resto están en el tercer edificio. Son las 15:00, la hora de más calor. Ese edifico es el único que dispone de climatización. Vamos a aprovechar esa ventaja. El cuarto edifico es la residencia personal de Kuru. Son cuatro, los vigilantes personales que siempre van con él. Eliminarlos es cosa tuya. Pero primero vamos a centrarnos en las armas y las comunicaciones, no quiero ningún cabo suelto.  Con las torres de vigilancia inoperativas, dispones del patio con total libertad de movimiento.  Adelante. ¡Dame esos blancos!

Me asomé hacia el patio, y comprobé que estaba completamente despejado. Comencé a bajar.
Tomé como dirección el edificio que guarecía las armas. Estaba en un estado lamentable, lleno de desconchones y grietas. Solamente contaba con una ventana y una puerta de entrada. No sé quien estaba dentro. Pero tenía que estar cociéndose de calor. No tenía que complicarme mucho. Tengo que darle un objetivo al rifle de Steve. Así que simplemente, llamé a la puerta. Unos simples toques a la misma, y obtuve respuesta.

_  Awo? …… Tadiyaas?

El confiado guardia abrió la puerta. Encontrando como respuesta un suave silbido procedente del rifle de Steve, que se dirigió a su sien, acabando con su vida en un instante.

_Diana-le comuniqué a mi compañero- Voy a esconder el cuerpo  y pasamos al siguiente punto.

_Rápido-obtuve como respuesta-

Introduje el cuerpo en la estancia. Estaba completamente repleta de armas, municiones y granadas. Cogí un par de estas y cerré la puerta tras mi marcha.  

Me dirigí hacia el siguiente edificio para repetir nuevamente la estrategia. No hico falta. La puerta estaba entre abierta, dejando ver en el interior al encargado de comunicaciones durmiendo. Se trataba de un hombre obeso,  que dormía plácidamente apoyado en la mesa de transmisiones, junto a un plato impregnado de restos de comida y unas peladuras de manzana. Su última comida, ya que mi cuchillo se abrió paso a través su garganta dejando tras de sí, solo muerte.

_Abatido-comuniqué-

Tenía vía libre para dirigirme a por Kuru. Me adentré en el patio y tome como rumbo el edificio del líder terrorista.

La construcción y los materiales de su residencia, eran mucho más elaborados. Era el edifico más grande de todo aquel complejo. Y estaba decorado por unas ornamentaciones en yeso, con forma de estrella, y mezcladas con motivos naturales. La puerta de entrada de doble hoja estaba enmarcada en un arco de medio punto,  construido en granito. Unas escaleras de piedra, facilitaban acceso a su interior. Destacaba con una gran notoriedad sobre el resto de edificios.
Tomé el primer escalón, cuando una voz gritó a mis espaldas. Había sido descubierto. Me giré completamente y vi a uno de los hombres de Kuru apuntándome con su arma. Gritaba continuamente para avisar a sus compañeros.

La voz cesó de inmediato cuando una bala atravesó su cabeza. Los restos de sangre y sesos me impregnaron todo el rostro.

_ ¡Corre!-dijo Steve-.

Agarré el rifle semiautomático y me puse a cubierto detrás de un muro. Ocho hombres salieron del edifico climatizado. Un último guardia no tuvo tiempo a salir, ya que un acertado  disparo de de Steve lo neutralizó por completo. Aquello era un caos. Los terroristas no sabía hacia donde disparar, solamente habían oído la alerta de su compañero y al acudir estaban metidos en un infierno de fuego, alimentado por el rifle de mi compañero. Me encaré el arma. Dos disparos. Dos blancos.  Los enemigos caían como títeres sin una mano que los guiara. Uno tras otros fueron sometidos a la potencia del rifle de francotirador y a los disparos que yo efectuaba desde mi cobertura. Agarré las granadas que había tomado con anterioridad. Inserté dos dedos en las respectivas anillas y tiré de ellas. Cinco segundos y las lancé.


La explosión dejó un fuerte pitido en mi cabeza, que ensordeció el sonido de los disparos y los gritos. En unos segundos, el pitido desapareció. Solo silencio. Un silencio interrumpido por la comunicación de Steve.

_ El área está limpia.

No quise mirar atrás. El panorama de cuerpos desmembrados ya estaba dibujado en mi cabeza sin necesidad de lanzar una mirada a mis espaldas. Me limpié los restos que habían ensuciado mi cara y me apoyé el m16 sobre el hombro.

_ ¡Vamos a acabar con esta mierda ya! –comuniqué por el transmisor.

Una fuerte patada sobre la entrada de la residencia de Kuru bastó para que se abriera. Dos ráfagas a izquierda y derecha bastaron para tumbar a dos guardias. Arrojé el rifle y empuñé la D.Eagle.  Siete balas.
La primera la recibió un desgraciado guardia que se dirigía hacia mí con un cuchillo en la mano. La segunda impactó en un muro, al herrar un tiro por milímetros. Iba dirigido contra la cabeza de otro de los guardaespaldas personales de Kuru. El tercero no falló. El cuarto fue a parar a una lámpara de aceite colgada en el techo. Los gritos de los dos hombres empapados por el aceite hirviendo sobre sus cabezas resonaron en todo el edificio.

Avancé hacia lo que parecía el salón de la estancia. Estaba vació. Solo dos puertas. Entré a la derecha. En ella una mujer y un niño se guarecían apoyados en la esquina de lo que parecía un baño. El miedo era palpable en su mirada. Levanté el arma y dejé de apuntarles. Cerré la puerta y me dirigí a la única habitación que no había revisado. El lugar donde se guarecía el objetivo.

El quinto disparo se lo llevó la cerradura de la puerta. Quedó destrozada permitiéndome el acceso al interior.

Innumerables alfombras decoraban la estancia. Todo tenía un tono ámbar y rosáceo. Unos ventanales dejaban entrar la luz; que debido a los mosaicos que los decoraban y a sus distintos tonos, conseguían redirigir la luz más clara y potente hacia una especie de trono que presidia la sala, desviando las demás tonalidades hacia el resto del lugar, conformando una imagen completamente de ensueño. No había nadie. Me adentré prudentemente unos metros.

Un pequeño crujido, me hizo darme cuenta de la emboscada. Era demasiado tarde. Kuru me golpeó con una barra de metal, haciéndome caer al suelo y logrando que mi arma saliera despedía. Se abalanzó sobre mí.  Era de constitución fuerte, pero con un rápido movimiento conseguí zafarme de su agarre y lanzarle un golpe que lo derribó contra el suelo. Agarré nuevamente el arma.

La sexta bala arrebató la vida del objetivo. No necesitaba  más. Arrojé el arma junto al cuerpo ya sin vida del líder terrorista.

_ Misión cumplida-le comunique a Steve-

_ Bien, vámonos de aquí.


Me dispuse a salir del edificio. Al salir de la estancia del trono pude oír los llantos de la mujer en el baño. Tome el pasillo de salida y me cuando llegué a la entrada del edifico, quedé horrorizado por la imagen de devastación que habíamos causado. Restos humanos por todo el patio del recinto, armas destrozadas, humo, agujeros de bala, sangre, huesos. Aquella imagen consiguió turbarme. Pero teníamos que salir de ahí y llegar al punto de partida para terminar de una vez y…


La séptima bala, se incrustó en mi espalda sin previo aviso. El sonido de un disparo, fue proseguido inmediatamente por un fuerte dolor que me recorrió todo el cuerpo. Caí de rodillas justo delante de los escalones. Al apoyar mi tez contra el suelo, pude a ver al niño con lágrimas en los ojos y una mirada de odio como nunca antes había recibido. 

Mis ojos comenzaron a cerrarse, todo se tornó en blanco…

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