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Un impresionante golpe de calor azotó nuestro
cuerpo al cruzar la puerta. Detrás de nosotros un sonido metálico nos indicaba
que la entrada a la sala de control se cerraba por completo. Poco a poco la
mirada se fue acostumbrando a la cantidad de luz del lugar; las formas borrosas
empezaron a definirse y pude vislumbrar el lugar por primera vez. Era
increíble. Nos encontrábamos en mitad del jodido desierto de Etiopía, cuando hacía
solo un minuto acabábamos de dejar la
estancia que dirigía toda la sala de entrenamiento.
Ahora, solo era la puerta cerrada de una
cochambrosa chabola en mitad del desierto, que estaba situada a los pies de un
gran acantilado. En el horizonte y sobre una elevación del terreno, se podían
observar unas edificaciones construidas en adobe y troncos de acacia. Estaban custodiadas
por una especie de muralla de vigas de metal oxidadas, palos y alambre roñoso.
Sobresalían dos torres de vigilancia en ambos extremos del perímetro del
asentamiento, en ellas creí reconocer a dos hombres armados en cada una.
En el cielo, una rapaz, oteaba desde el cielo en
busca de su presa, daba vueltas y vueltas en círculo muy lentamente. Realizó un
brusco cambio de sentido y se abalanzó hacia tierra a una velocidad endiablada,
apresando con este fugaz movimiento a una gran víbora, que quedó neutralizada con sus fuertes garras
en un instante.
(Continua tras el salto)
-¿Seguimos en La Cueva?-pregunté-
_ Es increíble ¿No? -dijo Steve mientras se
tapaba la boca con un pañuelo; evitando de este modo, los molestos granos de
arena que eran movidos por el viento-. Esta es la simulación de entrenamiento
que te hemos preparado, todo está creado desde control. Pero olvídate de todo.
Vamos a centrarnos en el objetivo. Su líder se llama Kuru -dijo mientras me
pasaba su fotografía-, es el encargado de dirigir el asentamiento y nuestro
principal objetivo. Calculo que en el interior nos encontraremos con más de
veinte objetivos. Sus armas son rudimentarias, si, pero letales. Se tratan de
AK47 y armas cortas principalmente, pero puedes esperarte cualquier cosa. Como puedes observar, tenemos dos torres de
vigilancia. Hay que inutilizarlas en primer lugar. Yo me encargaré de la
segunda torre, tú de la primera. Una vez que tengamos visión del interior del
enclave, te cubriré desde arriba y tendrás el apoyo necesario para entrar en el
interior y eliminar al objetivo. Es vital no dar la alarma hasta que tengamos
controladas las torres. ¿Entendido?
Respondí con una afirmación y enfoqué mi mirada
hacia la primera de las torres.
Comenzamos a acercarnos a la rudimentaria
fortificación. Para no ser detectados, utilizamos unas mantas de camuflaje, que
eran del mismo tono que el terreno. Al mismo tiempo, nos cubríamos con los
distintos elementos que el paisaje nos ofrecía y de esta forma pasar
inadvertidos. De duna en duna, de roca en roca, muy lentamente, arrastrándonos
por el suelo cuando era necesario. Por fin llegué a los pies del primer edifico
de vigilancia. Steve me dio la confirmación de su llegada por radio. Corté los
alambres para poder aferrarme al metal, y empecé a escalar.
El corazón parecía estallarme. Conocía cientos de
métodos para realizar la incursión, eliminar a los vigilantes y hacerme con el
poder de la torre sin ser detectado. Sabía que tenía que ir en primer lugar a
por el vigilante más alejado, para posteriormente sorprender por detrás al que
tenía más cerca y partirle el cuello. Era fácil. Era sencillo. Pero el corazón
se me iba a salir por la boca. Era una simulación; no eran reales. Me decía una
y otra vez. Pero cada vez que me acercaba oía sus sonrisas, su respiración. Tenía
que enfrentarme a la situación de matar a alguien. Bueno, “matar” no es la palabra adecuada en este caso. Pero
esto era tan real...
Deja de pensar -me dije-. Actúa.
Deslicé la mano hacia mi muslo, solté el cierre
de seguridad, agarré el cuchillo y lo saqué de su funda muy lentamente.
Despacio, sin hacer ningún ruido. Por el transmisor, un susurro de Steve daba
la señal. “Tres, dos, uno…”
Lancé el cuchillo hacía el hombre que estaba más
lejos. Dirección, su corazón. Un ligero sonido a carne desgarrada y hueso roto
salió de su pecho. Blanco. Sin perder un instante abracé con una
mano al siguiente vigilante agarrándolo
del hombro. Mi otra extremidad a su mandíbula. Un brusco tirón en direcciones
opuestas. Y un crack, fue lo único que esbozó su cuerpo antes de caer al suelo.
La atalaya era mía.
La imagen era desoladora, los dos cadáveres se
encontraban en el suelo. Un hilo de sangre procedente del hombre apuñalado,
acarició mi bota, mezclándose con el polvo y la tierra que estaban impregnadas
en la suela. Me acerqué a él, y arranqué la hoja metálica del cuerpo ya inerte,
provocando que de la herida brotara aún más sangre.
_Estoy en posición-dijo Steve- ¿Todo Bien?
_ Afirmativo.-contesté-
_ Bien, tenemos cuatro edificios. Los dos más
pequeños son el arsenal y el centro de comunicaciones. Necesito que me
facilites los objetivos. En cada edifico solo se encuentra un hombres. El resto están
en el tercer edificio. Son las 15:00, la hora de más calor. Ese edifico es el
único que dispone de climatización. Vamos a aprovechar esa ventaja. El cuarto
edifico es la residencia personal de Kuru. Son cuatro, los vigilantes
personales que siempre van con él. Eliminarlos es cosa tuya. Pero primero vamos
a centrarnos en las armas y las comunicaciones, no quiero ningún cabo
suelto. Con las torres de vigilancia
inoperativas, dispones del patio con total libertad de movimiento. Adelante. ¡Dame esos blancos!
Me asomé hacia el patio, y comprobé que estaba
completamente despejado. Comencé a bajar.
Tomé como dirección el edificio que guarecía las
armas. Estaba en un estado lamentable, lleno de desconchones y grietas.
Solamente contaba con una ventana y una puerta de entrada. No sé quien estaba
dentro. Pero tenía que estar cociéndose de calor. No tenía que complicarme
mucho. Tengo que darle un objetivo al rifle de Steve. Así que simplemente,
llamé a la puerta. Unos simples toques a la misma, y obtuve respuesta.
_ Awo? …… Tadiyaas?
El confiado guardia abrió la puerta. Encontrando
como respuesta un suave silbido procedente del rifle de Steve, que se dirigió a
su sien, acabando con su vida en un instante.
_Diana-le comuniqué a mi compañero- Voy a
esconder el cuerpo y pasamos al
siguiente punto.
_Rápido-obtuve como respuesta-
Introduje el cuerpo en la estancia. Estaba completamente
repleta de armas, municiones y granadas. Cogí un par de estas y cerré la puerta
tras mi marcha.
Me dirigí hacia el siguiente edificio para
repetir nuevamente la estrategia. No hico falta. La puerta estaba entre
abierta, dejando ver en el interior al encargado de comunicaciones durmiendo. Se
trataba de un hombre obeso, que dormía
plácidamente apoyado en la mesa de transmisiones, junto a un plato impregnado
de restos de comida y unas peladuras de manzana. Su última comida, ya que mi
cuchillo se abrió paso a través su garganta dejando tras de sí, solo muerte.
_Abatido-comuniqué-
Tenía vía libre para dirigirme a por Kuru. Me
adentré en el patio y tome como rumbo el edificio del líder terrorista.
La construcción y los materiales de su residencia,
eran mucho más elaborados. Era el edifico más grande de todo aquel complejo. Y
estaba decorado por unas ornamentaciones en yeso, con forma de estrella, y
mezcladas con motivos naturales. La puerta de entrada de doble hoja estaba
enmarcada en un arco de medio punto,
construido en granito. Unas escaleras de piedra, facilitaban acceso a su
interior. Destacaba con una gran notoriedad sobre el resto de edificios.
Tomé el primer escalón, cuando una voz gritó a
mis espaldas. Había sido descubierto. Me giré completamente y vi a uno de los
hombres de Kuru apuntándome con su arma. Gritaba continuamente para avisar a
sus compañeros.
La voz cesó de inmediato cuando una bala atravesó
su cabeza. Los restos de sangre y sesos me impregnaron todo el rostro.
_ ¡Corre!-dijo Steve-.
Agarré el rifle semiautomático y me puse a
cubierto detrás de un muro. Ocho hombres salieron del edifico climatizado. Un
último guardia no tuvo tiempo a salir, ya que un acertado disparo de de Steve lo neutralizó por
completo. Aquello era un caos. Los terroristas no sabía hacia donde disparar,
solamente habían oído la alerta de su compañero y al acudir estaban metidos en
un infierno de fuego, alimentado por el rifle de mi compañero. Me encaré el arma.
Dos disparos. Dos blancos. Los enemigos
caían como títeres sin una mano que los guiara. Uno tras otros fueron sometidos
a la potencia del rifle de francotirador y a los disparos que yo efectuaba
desde mi cobertura. Agarré las granadas que había tomado con anterioridad.
Inserté dos dedos en las respectivas anillas y tiré de ellas. Cinco segundos y
las lancé.
La explosión dejó un fuerte pitido en mi cabeza,
que ensordeció el sonido de los disparos y los gritos. En unos segundos, el
pitido desapareció. Solo silencio. Un silencio interrumpido por la comunicación
de Steve.
_ El área está limpia.
No quise mirar atrás. El panorama de cuerpos
desmembrados ya estaba dibujado en mi cabeza sin necesidad de lanzar una mirada
a mis espaldas. Me limpié los restos que habían ensuciado mi cara y me apoyé el
m16 sobre el hombro.
_ ¡Vamos a acabar con esta mierda ya! –comuniqué
por el transmisor.
Una fuerte patada sobre la entrada de la
residencia de Kuru bastó para que se abriera. Dos ráfagas a izquierda y derecha
bastaron para tumbar a dos guardias. Arrojé el rifle y empuñé la D.Eagle. Siete balas.
La primera la recibió un desgraciado guardia que
se dirigía hacia mí con un cuchillo en la mano. La segunda impactó en un muro,
al herrar un tiro por milímetros. Iba dirigido contra la cabeza de otro de los
guardaespaldas personales de Kuru. El tercero no falló. El cuarto fue a parar a
una lámpara de aceite colgada en el techo. Los gritos de los dos hombres
empapados por el aceite hirviendo sobre sus cabezas resonaron en todo el
edificio.
Avancé hacia lo que parecía el salón de la
estancia. Estaba vació. Solo dos puertas. Entré a la derecha. En ella una mujer
y un niño se guarecían apoyados en la esquina de lo que parecía un baño. El
miedo era palpable en su mirada. Levanté el arma y dejé de apuntarles. Cerré la
puerta y me dirigí a la única habitación que no había revisado. El lugar donde
se guarecía el objetivo.
El quinto disparo se lo llevó la cerradura de la
puerta. Quedó destrozada permitiéndome el acceso al interior.
Innumerables alfombras decoraban la estancia.
Todo tenía un tono ámbar y rosáceo. Unos ventanales dejaban entrar la luz; que
debido a los mosaicos que los decoraban y a sus distintos tonos, conseguían
redirigir la luz más clara y potente hacia una especie de trono que presidia la
sala, desviando las demás tonalidades hacia el resto del lugar, conformando una
imagen completamente de ensueño. No había nadie. Me adentré prudentemente unos
metros.
Un pequeño crujido, me hizo darme cuenta de la
emboscada. Era demasiado tarde. Kuru me golpeó con una barra de metal,
haciéndome caer al suelo y logrando que mi arma saliera despedía. Se abalanzó
sobre mí. Era de constitución fuerte,
pero con un rápido movimiento conseguí zafarme de su agarre y lanzarle un golpe
que lo derribó contra el suelo. Agarré nuevamente el arma.
La sexta bala arrebató la vida del objetivo. No
necesitaba más. Arrojé el arma junto al
cuerpo ya sin vida del líder terrorista.
_ Misión cumplida-le comunique a Steve-
_ Bien, vámonos de aquí.
Me dispuse a salir del edificio. Al salir de la
estancia del trono pude oír los llantos de la mujer en el baño. Tome el pasillo
de salida y me cuando llegué a la entrada del edifico, quedé horrorizado por la
imagen de devastación que habíamos causado. Restos humanos por todo el patio
del recinto, armas destrozadas, humo, agujeros de bala, sangre, huesos. Aquella
imagen consiguió turbarme. Pero teníamos que salir de ahí y llegar al punto de
partida para terminar de una vez y…
La séptima bala, se incrustó en mi espalda sin
previo aviso. El sonido de un disparo, fue proseguido inmediatamente por un
fuerte dolor que me recorrió todo el cuerpo. Caí de rodillas justo delante de
los escalones. Al apoyar mi tez contra el suelo, pude a ver al niño con
lágrimas en los ojos y una mirada de odio como nunca antes había recibido.
Mis
ojos comenzaron a cerrarse, todo se tornó en blanco…
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