Porque a ellos…
Por fin volvió
en sí, tenía que reaccionar-no puedo caer en esto, yo no-. Como aquel toro al
embestir se decidió a seguir adelante, solo él, él y su arma, él y su alma
hecha pedazos.
Sus ojos negros
como el azabache reflejaban simplemente una cosa, venganza. El olor a muerte
volvió a su mente y se hizo cada vez más fuerte -tengo que tranquilizarme de
una vez-. Empuño a Roxanne, su espartana. El reflejo de su rostro se vislumbró en la hoja del arma; mientras introducía un cargador en su interior, comenzó a caminar -esta
noche habrá sangre-.
(Continua tras el salto)
(Continua tras el salto)
Las columnas de
aquel gigantesco templo pasaban fugazmente y quedaban atrás en su carrera, él
sabía que lo estaban viendo, no le importaba, es más lo deseaba. Por fin
deslumbró el gran portón que le introduciría al interior de la cámara central
del templo. Simplemente una sonrisa en su tersa cara; salpicada solamente por la cicatriz que bajaba desde su entrecejo y que moría ya en
su mejilla. La puerta pareció entreabrirse y dejó al descubierto cuatro sombras
tras ella…-por fin-.
Agarré más
fuerte aún a Roxanne, como para avisarla de que era la hora de la batalla. Las
cuatro sombras cada vez parecían estar más nítidas, estaban encapuchadas eran
“Pesadillas” rápidos espadachines del ejercito
de Räel con pocas nociones de magia, sí, pero muy peligrosos. Se abalanzaron
velozmente hacia Raphael y le rodearon completamente impidiéndome continuar el
paso.
_Es hora de
morir-dijo uno de ellos, con una voz como salida del inframundo-
_Hoy no,
todavía no-contesté-.
De un
espectacular salto sus ágiles adversarios se abalanzaron sobre Raphael mientras desenvainaban sus armas. Impactantes
los chirridos que desde sus ausentes rostros lanzaban hacia él; supo entonces
que era el momento. Desenvainó el arma que guardaba detrás de la larga gabardina negra que vestía
esa noche. Hacia delante, atrás; su espartana quedó incrustada en el pecho del
segundo rival mientras el primero se desplomaba partido en dos delante suya. Al
sacar el metal de su víctima un chorro de sangre negra brotó de su sotana
mientras caía al suelo de un mármol blanco que poco a poco se fue tiñendo de
negro.
El par de
contrincantes restantes dieron un paso atrás y la luz de la luna a través de
los ventanales dejó ver la pútrida y apestosa carne que formaba aquel deformado
rostro, un nuevo grito salió de sus gargantas.
Como pólvora
recién encendida, la hoja de sus espadas se cubrieron de llamas ilustrando aún
más su inhumana tez que esta vez solo indicaba una cosa; miedo. Los dos seres
se dirigieron a atacarme a la vez; izquierda, derecha. De un poderoso golpe con
el mandoble de su arma Raphael tumbó al primero que consiguió llegar a él. La
luz que desprendía el fuego de la espada del demonio a su espalda, alertó a
Raphael, que inclinando su espartana hacia atrás logró detener el golpe en seco
e hizo que la hoja en llamas saliera despedida de la mano de su dueño apagándose
lentamente. Un golpe certero en la cabeza diseccionó el poco rastro de vida que
aún quedaba en el rostro de aquella criatura.
Su último rival
aún se tambaleaba del golpe recibido con el agarre del metal pero ya empuñaba
su arma.
Tras lograr
incorporarse su enemigo, volvió hacia él; Raphael no tenía intención de moverse.
Lo esperó hasta que estuvo a su alcance y con un agresivo movimiento consiguió
destrozar el arma rival; hoy no abría piedad. Con un movimiento rápido, ensartó
a Roxanne en la pelvis de la deforme criatura, hasta la nuez. Bang……
El sonido del
disparo se dispersó poco a poco por aquel inmenso recibidor salpicado del negro
de la sangre de aquellas bestias. Ahora solo silencio, aquel que precede a la
tormenta…
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