miércoles, 28 de marzo de 2012

Roxanne

           El olor a muerte impregnaba el ambiente. Su mirada se tambaleó al contemplar tal escena, todo por lo él había luchado se desmoronaba en sus propias narices.  Todas las enseñanzas del Ludum no servían de nada; el autocontrol, la serenidad, la calma; para nada. Solo ira.
 Porque a ellos…
Por fin volvió en sí, tenía que reaccionar-no puedo caer en esto, yo no-. Como aquel toro al embestir se decidió a seguir adelante, solo él, él y su arma, él y su alma hecha pedazos.
Sus ojos negros como el azabache reflejaban simplemente una cosa, venganza. El olor a muerte volvió a su mente y se hizo cada vez más fuerte -tengo que tranquilizarme de una vez-. Empuño a Roxanne, su espartana. El reflejo de su rostro se vislumbró en la hoja del arma; mientras introducía un cargador en su interior, comenzó a caminar -esta noche habrá sangre-.




(Continua tras el salto)

Las columnas de aquel gigantesco templo pasaban fugazmente y quedaban atrás en su carrera, él sabía que lo estaban viendo, no le importaba, es más lo deseaba. Por fin deslumbró el gran portón que le introduciría al interior de la cámara central del templo. Simplemente una sonrisa en su tersa cara;  salpicada solamente por la cicatriz  que bajaba desde su entrecejo y que moría ya en su mejilla. La puerta pareció entreabrirse y dejó al descubierto cuatro sombras tras ella…-por fin-.
Agarré más fuerte aún a Roxanne, como para avisarla de que era la hora de la batalla. Las cuatro sombras cada vez parecían estar más nítidas, estaban encapuchadas eran “Pesadillas”  rápidos espadachines del ejercito de Räel con pocas nociones de magia, sí, pero muy peligrosos. Se abalanzaron velozmente hacia Raphael y le rodearon completamente impidiéndome continuar el paso.
_Es hora de morir-dijo uno de ellos, con una voz como salida del inframundo-
_Hoy no, todavía no-contesté-.
De un espectacular salto sus ágiles  adversarios se abalanzaron sobre Raphael  mientras desenvainaban sus armas. Impactantes los chirridos que desde sus ausentes rostros lanzaban hacia él; supo entonces que era el momento. Desenvainó el arma que guardaba  detrás de la larga gabardina negra que vestía esa noche. Hacia delante, atrás; su espartana quedó incrustada en el pecho del segundo rival mientras el primero se desplomaba partido en dos delante suya. Al sacar el metal de su víctima un chorro de sangre negra brotó de su sotana mientras caía al suelo de un mármol blanco que poco a poco se fue tiñendo de negro.
El par de contrincantes restantes dieron un paso atrás y la luz de la luna a través de los ventanales dejó ver la pútrida y apestosa carne que formaba aquel deformado rostro, un nuevo grito salió de sus gargantas.
Como pólvora recién encendida, la hoja de sus espadas se cubrieron de llamas ilustrando aún más su inhumana tez que esta vez solo indicaba una cosa; miedo. Los dos seres se dirigieron a atacarme a la vez; izquierda, derecha. De un poderoso golpe con el mandoble de su arma Raphael tumbó al primero que consiguió llegar a él. La luz que desprendía el fuego de la espada del demonio a su espalda, alertó a Raphael, que inclinando su espartana hacia atrás logró detener el golpe en seco e hizo que la hoja en llamas saliera despedida de la mano de su dueño apagándose lentamente. Un golpe certero en la cabeza diseccionó el poco rastro de vida que aún quedaba en el rostro de aquella criatura.
Su último rival aún se tambaleaba del golpe recibido con el agarre del metal pero ya empuñaba su arma.
Tras lograr incorporarse su enemigo, volvió hacia él; Raphael no tenía intención de moverse. Lo esperó hasta que estuvo a su alcance y con un agresivo movimiento consiguió destrozar el arma rival; hoy no abría piedad. Con un movimiento rápido, ensartó a Roxanne en la pelvis de la deforme criatura,  hasta la nuez. Bang…… 
El sonido del disparo se dispersó poco a poco por aquel inmenso recibidor salpicado del negro de la sangre de aquellas bestias. Ahora solo silencio, aquel que precede a la tormenta…

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