miércoles, 28 de marzo de 2012
El árbol
La luz de los primeros rayos de sol se colaron entre las ramas de aquel majestuoso árbol en el que la noche antes decidí pernoctar. Al abrir poco a poco los ojos vislumbré la figura perfecta de lo que parecía una mujer de esbelto cabello dorado y tez pálida. Sus ojos de un verde intenso estaban clavados en lo que parecía un gran manantial de agua. -Como si hubieran salido de un cielo esmeralda salpicado de la luz del astro que da vida. -Pensé.
De repente, se giró hacia mí y comenzó a caminar. Suerte la mía al poder contemplar su perfecta proporción, en la que encajaba perfectamente una cara angelical de nariz pequeña y labios delicados y carnosos, donde residía un brillo sobrenatural que consiguió embrujarme por completo.
Cada vez más cerca la joven ninfa, me dejó inmovilizado; no me importaba, por fin podía maravillarme con sus mareantes senos que como obra de un pintor preciosista habían colocado perfectamente. Esa piel tersa, como salpicada de pequeñas estrellas en una noche despejada, cada vez estaba más cerca. Subí al cielo cuando su suave melena rizada tocó mi cara, su olor era suave, relajante, como todo en ella. Solo dos palabras salieron de sus labios, armoniosas como el canto de un pequeño ruiseñor.
_Te quiero. –Susurró.
La luz de los primeros rayos de sol se colaron entre las ramas de aquel majestuoso árbol en que la noche antes disfrutamos del amor, al abrir los ojos pude verte a mi lado, recostada, sobre mi pecho.
Soy feliz
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